Editorial
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Este año se cumplirán cien de la muerte de Ricardo Flores Magón en una ergástula sombría en Leavenworth, Kansas. A su muerte, Antonio Díaz Soto y Gama pronunció un hondo discurso en la Cámara de Diputados. Allí dijo: “Ricardo Flores Magón, que tuvo la fortuna, la dicha inmensa de jamás ser vencedor; Ricardo Flores Magón, que sólo conoció las espinas y los dolores de la revolución, es un hombre delante del cual debemos inclinarnos todos los revolucionarios que hemos tenido, quizá, la desgracia de saborear algo de los manjares servidos en el banquete de la revolución.” [1]
El año pasado el Congreso aprobó una iniciativa para declarar 2022 el año de Ricardo Flores Magón, por lo que este enero el Gobierno de México ha hecho la declaratoria respectiva. Lo que pareciera un acto de justicia con uno de los más significativos ideólogos de la revolución mexicana, adquiere un cariz diferente si se contextualiza la biografía del homenajeado. Había nacido en San Antonio Eloxochitlán, Oaxaca y había sido, con una beca otorgada por Porfirio Díaz, educado entre los positivistas. Políglota, amante de la literatura, anarquista, medio profeta, medio kinki, por donde escora Bakunin (este verso de Aute parece hecho a su medida). Ricardo se solazaba en la música, en obras que quizá no le aportaran nada a su conciencia de clase, pero que lo sensibilizaron al punto de entender, como quizá ningún otro, lo que el país necesitaba, eso que solo una revolución podría darle. Libertad económica al campesino, tierra, educación, progreso moral. Por su formación y hedonismo, en tiempos de estridencia y repentismo Ricardo sería juzgado en la picota pública como un neoliberal de closet.
Otra vez Soto y Gama en su oración fúnebre: “Para Ricardo Flores Magón no debe haber frases de dolor ni tribunas enlutadas: sería demasiado burgués, demasiado indigno de ese hombre grande, de ese rebelde excelso, venir aquí y pedir cosas burguesas; yo quiero en este momento tener algo de la rebeldía de aquel numen de la rebeldía, de aquel hombre inquieto, para decir: No necesitamos luto, ni llevamos luto en el alma los compañeros, los camaradas de Ricardo Flores Magón; llevamos respeto, mucho respeto íntimo, respeto y admiración profunda por el gran luchador, por el inmenso hombre de carácter que se llamó Ricardo Flores Magón.”
El año de Ricardo Flores Magón es un oxímoron, algo así como un intento de institucionalizar la rebeldía. Pero la rebeldía es libre, leal a los principios y no a los hombres. La rebeldía es desaforada, desborda los cauces. Flores Magón fue un rebelde, imposible imaginarlo haciendo la apología a destajo de la revolución triunfante. Quizá, si Ricardo no hubiera visto cómo se le diluía la vista y la vida entre cárceles, habría dedicado su tiempo a exigirle a la revolución que no se traicionara a sí misma, que no quedara a deberle tanto al pueblo, y ante todo, que no perdiera el tiempo en estériles luchas fratricidas.
Los procesos históricos no son univalentes. A los procesos históricos hay que hacerles todo el tiempo las sumas y las restas. Ricardo Flores Magón no es patrimonio de gobiernos, por eso nunca hubo estatuas erigidas en su nombre, ni fiestas patrias en su honor. Ricardo no fue parte de la revolución hecha gobierno. Ricardo es un héroe de la derrota, un agitador. De nuevo Soto y Gama: “no necesita honores: necesita simplemente la admiración de todos los revolucionarios, y esa admiración la tenemos los que no nos inclinamos ni ante el éxito, ni ante los honores, ni ante los grandes.” Los héroes de la derrota no se arrodillan ante nadie,
Era anarquista, pero no era un radical. Apelaba a la conciencia de los revolucionarios, ella sería la base de reivindicaciones próximas, por la sola fuerza de las circunstancias. Soto y Gama parece decirnos –consternado como está, en la tribuna, por la muerte del amigo, del camarada– algo que releído cuando la mesura no es una cualidad política, hiela: “¡Qué diferencia entre esto y los alardes de radicalismo excesivo, peligroso y utópico! ¡Qué grandeza en la expresión! Por la sola fuerza de las circunstancias. Una vez realizada la emancipación del campesino, una vez hecha la justicia en el reparto de la tierra, todo lo demás vendrá por añadidura.”
[1] Acá puede leerse el imperdible discurso completo de Antonio Díaz Soto y Gama a la muerte de Ricardo Flores Magón: https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2694/22.pdf