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Escrito por: Salvador López Santiago

@sls1103

 

“Hasta que las mujeres y las niñas, que constituyen la mitad de la humanidad, vivan sin miedo, sin violencia y sin inseguridad diaria, no podremos afirmar realmente que vivimos en un mundo justo y equitativo.”

-António Guterres, Secretario General de la ONU-

 

El 27 de enero del año en curso, en un terreno baldío del municipio de Ixtapaluca, Estado de México, fue localizado el cuerpo sin vida de Giselle Garrido Cruz, niña de tan solo 11 años que había desaparecido el 19 de enero en el municipio mexiquense de Chimalhuacán. Días después, la Fiscalía General del de Justicia de la entidad detuvo al agresor, pero la tragedia se había consumado y el daño era irreparable. Este caso generó gran indignación entre la población nacional y derivó en una exigencia social que se sintetiza en tres aristas: paz, tranquilidad y justicia.

 

Aunque los medios de comunicación dieron seguimiento al caso y las autoridades lograron aprehender al responsable de tan cruel crimen, no podemos olvidar que la autoridad emitió la ficha de búsqueda y la alerta Amber hasta después de 24 horas, cuando debió haber sido de inmediato. Tampoco podemos dejar de lado que esta historia no es aislada, basta recordar que, en diciembre de 2018, también en el Estado de México ocurrió la captura de los llamados “Monstruos de Ecatepec”, quienes fueron vinculados a proceso por feminicidio y trata de personas (caso por el que Juan Carlos “N” es considerado como el mayor asesino en serie en México).

 

Mucho menos olvidamos lo ocurrido con las muertas de Juárez o que en el territorio nacional, la trata de personas -reconocida como la esclavitud del siglo XXI-, es una terrible realidad que sufren mujeres y niñas de todas las edades. En México 12 millones de personas son víctimas de dicho ilícito (79 % sometidas a explotación sexual, 18 % a explotación laboral y 3 % a extracción de órganos). La CNDH refiere que el 85 % de víctimas son mujeres.

 

La violencia e inseguridad que viven las mujeres y niñas en México es terrible. Diariamente en sus comunidades, escuelas, transporte público, espacios deportivos y prácticamente cualquier sitio, corren peligro a todas horas, ya sea de día o de noche, ellas siempre están expuestas a vejaciones, agresiones y homicidios. De acuerdo con información del Museo de Memoria y Tolerancia, durante 2018 (el año más violento del que haya registro en México), hubo dos feminicidios diariamente. El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública refiere que se cometieron 834 feminicidios a nivel nacional y que las entidades con el mayor número de casos fueron el Estado de México con 106; Veracruz con 87; Nuevo León con 79; Chihuahua con 51; y la Ciudad de México con 40.

ONU Mujeres indica que en México diariamente son asesinadas siete mujeres (no todos los homicidios son tipificados como feminicidios) y que las formas empleadas, cada vez son más agresivas. Precisa que 6 de cada 10 agresiones que ocurren en la calle en contra de las mujeres son de tipo sexual y que el 60 % de las niñas y adolescentes han sufrido al menos una forma de castigo psicológico o físico en sus hogares.

 

En el mismo sentido, INEGI señala que casi el 70 % de las mujeres de 15 años y más han enfrentado violencia de cualquier tipo y de cualquier agresor. Además, por cada 100 mujeres de 15 años y más que han tenido pareja o esposo, 42 de las casadas y 59 de las separadas, divorciadas y viudas han sufrido violencia emocional, económica, física o sexual durante su actual o última relación.

 

Las cifras son desgarradoras y son todavía más impactantes cuando vamos más allá del número frío que registran las autoridades y que replican los medios de comunicación. Es impactante, preocupante e indignante ver que se trata de mujeres, jóvenes y niñas que son víctimas de un sistema de procuración de justicia obsoleto y rebasado, pero también de una sociedad que muchas veces se conduce con indiferencia y hasta cierto desprecio hacia las causas que buscan proteger y empoderar a las mujeres.

 

Como la gran mayoría de la población mexicana lo ha expresado, espero que esta situación cambie por el trabajo más eficiente, profesional y con visión humanista de las autoridades; pero también desde la construcción de una ciudadanía más solidaria, empática e informada. Que la efervescencia observada en redes con campañas donde se convoca a cuidarnos todas y todos, no quede en una reacción coyuntural y que en verdad sea el inicio de una sinergia virtuosa entre sociedad y gobierno que derive en contextos de paz, tranquilidad y justicia.

 

Contribuir a erradicar la violencia de género decidida y permanentemente, es la mejor manera de honrar la memoria de Giselle Garrido Cruz, así como la de miles y miles de mujeres, jóvenes y niñas que un día salieron de su hogar y nunca regresaron, o lo hicieron sin vida, después de haber sido víctimas de las conductas más inhumas, condenables, despreciables e inaceptables.

 

¡Paz y tranquilidad sí, violencia e incertidumbre nunca más!

 

 

Salvador López Santiago

Es Licenciado en Derecho por la UNAM, Maestro en Ciencia Política por la UPAEP, Maestro en Derecho Electoral por la EJE del TEPJF y cuenta con estudios de posgrado en Derecho Parlamentario en la UAEMéx. Fue Consejero Electoral Distrital en el Instituto Federal Electoral (IFE) y en el Instituto Nacional Electoral (INE) durante los Procesos Electorales Federales 2011-2012 y 2014-2015, respectivamente. Asimismo, se ha desempeñado como asesor legislativo en el Senado de la República de noviembre de 2012 a la fecha, en la LXII, LXIII, la LXIV y la LXV Legislatura. Desde enero de 2020 es director editorial en Tempo, Política Constante.