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Por René Cervera Galán

Dicen que una mentira pasa a ser verdad si se repite constantemente, aunque más bien deberíamos decir que una mentira es aceptada si se vuelve parte del lenguaje de los medios de comunicación. Se convierte en ficción y deja de reflexionarse sobre su autenticidad, se convierte en una falacia no cuestionada o cuestionada por grupos de excepción.

Esto sucedió con el neoliberalismo, su modernidad y la globalidad. Retirar al Estado de la economía no era una novedad de la filosofía política, era repetir un discurso del siglo XVIII, XIX y principios del XX, la respuesta al liberalismo fue el socialismo y el comunismo, que entre sus principios manejaron la solidaridad internacional.

A finales del siglo pasado tomó fuerza la corriente de minimizar al Estado y hablar reiteradamente de libertad, lo primero que se liberó fueron las mercancías y se eliminaron los aranceles, importar y exportar se convirtió en la esencia de un mundo globalizado.

Los derechos humanos se volvieron omnipresentes —al menos en el discurso— y se dio lugar a un fenómeno digno de analizar, si un sujeto asesino, no viola los derechos humanos del occiso, si la policía no toma todas las medidas legales escrupulosamente para detenerlo el delincuente es agraviado en sus derechos humanos y obtiene una ventaja en el proceso.

Se expresó una preocupación relevante, la de ser incluyentes y atender los derechos de las minorías, la homosexualidad dejó de ser reprimida y se sugiere que, en todo libreto cinematográfico, de series filmadas, se trate este tema a favor de estos grupos.

Las mujeres no alcanzaron derechos de igualdad, más bien de superioridad y por ejemplo en el Metrobús un vagón es exclusivo para las mujeres y el otro es mixto.

El racismo y el clasismo están descalificados y la pregunta que está al centro es: ¿Ahora el mundo está mejor?

Si recurrimos a la enseñanza de que lo bueno y lo malo lo podemos distinguir por sus frutos. Hoy la delincuencia es mayor y el feminicidio está aumentando, los habitantes del planeta lejos de ser más libres son más manipulables, la fraternidad global está como Caín y Abel, los grupos más poderosos son económicos y efectivamente no excluyen a nadie, tienen fija la idea de que todos y todas somos sus trabajadores y consumimos lo que nos proponen y la derecha más conservadora va ganando los procesos electorales y con mujeres como sus protagonistas.

El mundo globalizado es cada día más nacionalista o regionalista y lo que debemos preguntarnos quienes estamos a favor de una democracia que impulse derechos y obligaciones colectivas que den lugar a un mundo empático hemos fallado.

Se dejó de poner al centro la economía y en consecuencia se generó un abismo entre los que tienen de más y los que carecen de casi todo, la relación masculinidad y feminismo sustituyó la reflexión de trabajador y patrón. Y poco se ha tratado el tema de la desigualdad económica y social. ¿En qué podemos entendernos sociedades en donde unos ganan mucho más que los otros? Si no fuimos a la misma escuela, ni al mismo doctor, ni tomamos el mismo vehículo de transporte, si no vamos a encontrarnos en el restaurante, ni vemos las mismas películas. ¿Qué valor tiene que no me discrimines si yo tengo hambre y tú estás satisfecho? ¿Qué tanto daño le hace el machismo de un jardinero a la mujer que le ordena que hacer? Seguro que quien sufrirá su misoginia es su esposa que probablemente sea la sirvienta de otra mujer.

El racismo, la aporofobia, la actitud clasista, el machismo tienen de fondo la frustración. Un estudio sobre quienes forman el “Ku Klux Klan” encontró que son humanos que de lo único que pueden presumir es de ser blancos ya que pertenecen a las clases medias bajas, el maltrato a la mujer es una respuesta de quienes se desquitan de lo que les hace la patronal con su esposa y la esposa con los hijos.

En Europa hay un avance sustancial de propuestas antinmigración que tienen el temor de extinguirse como cultura y como grupo étnico.

La globalidad es una propuesta básicamente económica que pasa por encima de la historia de los pueblos, de su identidad, de sus condiciones geográficas de su demografía y de su normatividad.

La respuesta de una cada vez más amplia población, es un nacionalismo que defiende valores histórico-culturales, que igual deben de cuestionarse en su momento, pero desde una reflexión interna y no puesta desde el exterior y desde luego que la libertad implica respetar cosmologías y gustos particulares, en el entendimiento de que no tienen que pensar que los otros son guapos e inteligentes, la ley no puede obligar que ames a tu próximo pero sí a que lo respetes como individuos o como entes nacionales.

René Cervera Galán

Compositor y autor del libro Entre el puño y la rosa (visión de La Socialdemocracia), así como de In memorian Olof Palme, La democracia es una fiesta y Antojos literarios. Ex representante del Partido Humanista en el IECM y conductor del programa La Orquesta Filosófica [email protected] En Tempo, publica artículos de análisis político en la sección “Entre espejos y ventanas”.