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Por René Cervera Galán

Lo que distingue a la humanidad es el pensamiento, la manera en que consideramos de cómo debemos relacionarnos es fruto de un diagnóstico interno que obedece a lo que entendemos como salud política.

Nuestros pensamientos inevitablemente están contaminados porque obedecen a una cultura regional, a la influencia del medio ambiente, a nuestra actividad económica, a la educación recibida, a la condición de clase social, a un sentimiento de pertenencia a determinado grupo, a experiencias personales y, tal vez, algo a una conexión genética.

La suma de todo esto, la forma en la que respondemos ya sea con rebeldía o de manera sumisa a los valores inculcados nos dan identidad.

Es importante señalar que somos individuos que se agregan a la sociedad y no es la sociedad la que se agrega a nosotros o a nosotras, hay una tendencia natural de buscar convivencia con quienes compartimos ideas, sentimientos y experiencias, de mayor manera que por cuestiones étnicas, de fenotipo o género.

Es verdad que entre jóvenes hay actividades comunes, lo mismo sucede con los adultos mayores o por ser del mismo género hay prácticas que nos identifican, pero cuando hablamos de representatividad política son las coincidencias en lo que advertimos deben ser las políticas públicas las que nos representan.

Se dice que cuando podemos publicar sin represalias lo que les enfada a sectores poderosos o lo que no quieren oír las grandes mayorías, podemos decir que estamos en una democracia.

Los intereses económicos, los medios de comunicación, los recursos del poder, los programas educativos, dan lugar a la existencia de tendencias hegemónicas y la que hoy prevalece es la de buscar que por motivos de inclusión se aparten cuotas a hombres, mujeres, indígenas, afrodescendientes, a comunidades con diversos gustos sexuales, rompiendo con una premisa democrática: la de que nadie tiene garantizado un cargo porque eso lo deciden las y los electores.

Por consecuencia en los órganos de representación popular tendremos una variedad de fenotipos, pero no muchas ideas.

Hablar de política es tener una propuesta de cómo vivir colectivamente, va de lo particular a lo general y viceversa, requiere de un diálogo constante, implica un debate abierto, en donde todo es cuestionable, con las condiciones propicias para informarnos y expresarnos sin tabúes.

Lo que representamos o nos representa es la visión que tenemos de cómo debe de ser la entidad que habitamos, el municipio, el Estado federativo y el mundo. Las reglas de convivencia social, los propósitos de quienes ocupan cargos y de las entidades que los postulan.

Un fenotipo no representa otro físico semejante, ser mujer no representa a las otras mujeres, tampoco ser hombre, la preferencia sexual no es el centro de toda la filosofía política, incluso se puede pertenecer a una cultura y tener intereses puestos en el desarrollo de otras culturas.

Dudo que los intereses de las mujeres patronas sean los mismos de quienes les sirven, de la misma manera, dudo que un jardinero sea el explotador de la mujer que le dice cómo debe dejar el jardín.

Insisto, en que hay mujeres con mayor capacidad política que la mayoría de los hombres, así como hay hombres con mayor capacidad política que la mayoría de las mujeres y por eso deben ocupar cargos y no porque son hombres o mujeres.

Los pueblos originarios tienen diversos conceptos de la vida en colectividad, pero se caracterizan por compartir una cosmología que impulsa una alternativa digna de tomarse en cuenta en las propuestas de políticas públicas, pero si por cuestión de cuotas tienen que ser postulados por partidos tradicionales se pierde esa cosmovisión ya que deben hacer suya la plataforma política del partido que los postula.

Consecuentemente sería mejor estimular el registro de un partido de pueblos originarios, de igual manera que mujeres no representan a otras mujeres por si solas, el registro de un partido feminista le daría mayor contenido que dispersar cuotas de mujeres de manera paritaria como si fuera un baile.

Pensar que los cargos de elección popular compensan las injusticias sociales es considerar que éstos son un pastel y no una responsabilidad.

En todo sentimiento político hay un espacio sagrado, en la democracia es la voluntad popular la que no se debe agredir y lograr cuotas forzadas por mandato legislativo es evitar la elocuencia como el instrumento para elegir la representación popular.

Lo que aparentemente motiva esta propuesta representativa es el derecho de las minorías, estos derechos deben de estar incluidos en los principios de los partidos políticos, en sus plataformas políticas y en sus programas de acción. Y en función de su convencimiento estarán presentes en los debates parlamentarios y en las políticas públicas sin eliminar el aspecto ideológico, sin sacar la economía como el centro de los problemas sociales, sin dejar de considerar que hasta ahora la minoría más sobre representada es la que manipula el capital especulativo.

René Cervera Galán

Compositor y autor del libro Entre el puño y la rosa (visión de La Socialdemocracia), así como de In memorian Olof Palme, La democracia es una fiesta y Antojos literarios. Ex representante del Partido Humanista en el IECM y conductor del programa La Orquesta Filosófica [email protected] En Tempo, publica artículos de análisis político en la sección “Entre espejos y ventanas”.