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Por Danner González

@dannerglez

Don Enrique González Pedrero nos abre las puertas de su casa en la colonia Florida, durante una de esas tardes otoñales en que el frío lucha por sobreponerse al sol quemante. Como si supiera que el invierno se apresta a eclipsarlo sobre el valle, en el otoño el sol renuncia a irse, se pone sus mejores ropas, se mete subrepticio en la cabeza y en el cuerpo. En el trópico, el sol es distinto. Abrasa, invasivo pero gentil, sitiado por el agua.

Don Enrique nos recibe enfundado en un conjunto deportivo azul obscuro. Y yo no puedo menos que pensar en el chándal rojo del comandante Fidel Castro. O en Churchill, paseándose en bata durante los momentos más decisivos con un puro y un whisky en la mano. Se trata sin duda de una moderna versión del descanso del guerrero.

A sus ochenta y cinco años, el maestro González Pedrero tiene la disciplina de un guerrero que no renuncia, sigue activo en la academia y en la investigación. A veces acude a eventos políticos en su estado natal, Tabasco. Practica natación todos los días. Relee anualmente El Príncipe de Maquiavelo, cada año en una edición distinta, para poder comentarla en los márgenes. Pienso que cada relectura es una reinterpretación, del autor y de uno mismo. Uno se está reescribiendo, corrigiendo todo el tiempo. Esas sucesivas ediciones anotadas por don Enrique, son señas de identidad, signos sobre los que vuelve puntualmente aunque aún no escribe sus memorias, porque para Memorias las de Churchill, dice. Las de uno, son a lo sumo recuerdos, souvenirs de un tiempo ido.

Esta es la indagación minuciosa en la vida de uno de los grandes intelectuales del período de entresiglos. Don Enrique es un hombre forjado en el XX, de quien el XXI tiene mucho que aprender, tanto de su agudeza política como de su sensibilidad cultural y de su ser del Sur, ese Sur al que, como dice Nacho Vegas, nunca se va, solo se regresa.

Finalmente, es de elemental justicia agradecer a don Adán Pérez Utrera, sin cuya amistad y buenos oficios esta generosa entrevista de don Enrique no hubiera sido posible.

Ciudad de México, otoño de 2015.


Texto y entrevista publicados en la reedición del libro Riqueza de la pobreza, del maestro Enrique González Pedrero. 3ª ed. Gobierno del Estado de Tabasco, Ed. Miguel Ángel Porrúa, 2020.

 

Entrevista a Enrique González Pedrero

realizada al alimón

Juan Vásquez Colmenares y Danner González

 

Juan Vásquez Colmenares (JV): Maestro, la primera pregunta sería: ¿cuál ha sido su más grande satisfacción como político?

Enrique González Pedrero (EGP): Bueno, haber podido serle útil a mis paisanos y a la gente que hizo posible la carrera que desarrollé. Espero no haber sido malagradecido con la gente que se portó tan bien conmigo.

JV: Además de la gubernatura de su Estado, ¿qué otros cargos reforzaron su visión sobre la política?

EGP: Un cargo inicial fue, a mi regreso de Francia, el haber ocupado la secretaría del Trimestre Económico del Fondo de Cultura Económica y haber trabajado en el Consejo Técnico del Fondo, creo que eso me fue de gran utilidad. Sobre todo conocer a buena parte de intelectuales de aquella época, como don Alfonso Reyes, Octavio Paz, el poeta Alí Chumacero fue parte del Consejo Técnico y por tanto fuimos buenos amigos. En fin, gente que no trabajaba en el Fondo pero que asistía a los cocteles que se ofrecían y en ese momento uno entraba en comunicación con mucha gente muy fácilmente, las cosas se arreglan mejor a veces con una copa de vino en la mano.

JV: ¿Qué tal era su relación con todos esos intelectuales? ¿Tenía usted una buena amistad con ellos?

EGP: Bueno no, a don Alfonso lo conocí pero don Alfonso era ya todo un monumento, como don Daniel Cosío Villegas, que fue fundador del Fondo de Cultura, de manera que no, fui buen amigo de Alí Chumacero, ahí también conocí a Juan Rulfo, que publicó en aquella época memorables libros.

Fui buen amigo también de Octavio Paz, no tanto en aquella época como posteriormente, cuando mi mujer fue parte del comité editorial de Vuelta y entonces nos veíamos muy  frecuentemente. Es una de mis medallas haber conocido a Octavio Paz, que para mí es uno de los hombres más inteligentes, no solo que ha dado México, sino de la gente que yo he conocido.

JV: Me voy a ir muy atrás. ¿Cómo era Villahermosa, Tabasco, cuando usted era niño?

EGP: Pues era un lugar muy tranquilo, absolutamente tropical, húmedo, caluroso, y era una ciudad muy pequeña cuando yo era chamaco, muy limpia. Me recuerdo que, los vecinos, cada quien limpiaba su pedazo de calle que le tocaba, y era muy agradable caminar por las mañanas antes de que el sol arreciara o ya en la tarde una vez que el sol se había puesto.

Era muy agradable recorrer la ciudad o partes de la ciudad porque el clima ya en ese momento se tranquilizaba y era muy grato, pero era una ciudad muy pequeña que se inundaba cada año por la creciente del río, de modo que eso originó que se desarrollara en Villahermosa un tipo de arquitectura: las casas se hacían más altas del nivel de la calle para evitar la inundación, o que si se inundaba la casa, a pesar de la altura, se inundara sólo la parte de abajo; la recámara siempre se construía en un piso alto para evitar justamente el problema. Recuerdo muy bien aquellas inundaciones, porque los chamacos aprovechábamos para nadar en esa alberca anual que ocurría en Villahermosa y en general en buena parte de Tabasco.

JV: ¿Nos puede platicar sobre quiénes fueron sus padres?

EGP: Mis padres se casaron muy jóvenes como solía ocurrir en aquella época y esa fue una fortuna porque nos heredaron la salud a mis hermanos y a mí. Afortunadamente todos mis hermanos viven, y yo que soy el mayor sigo aquí dando lata, de manera que aquella característica fue muy importante. Mi madre era maestra normalista, con ella aprendimos mis hermanos y yo a leer y escribir antes de llegar a la escuela y las operaciones aritméticas fundamentales. Con mi padre siempre tuvimos una gran cercanía, bueno con ambos.

JV: ¿Cómo se llamaba su papá?

EGP: Mi padre se llamaba Ramón González Vega y mi mamá Cándida Rosa o Rosa Cándida Pedrero Fócil. Ambos eran tabasqueños, mi padre de Frontera y mamá de un poblado cerca de Villahermosa, pero siempre tuvimos una relación muy cercana justamente quizá por la juventud de mis padres y por la franqueza con la que nos tratamos siempre.

Mi padre era un trabajador de la administración, un hombre muy inteligente pero no tenía una  carrera profesional. Siempre prestó sus servicios tanto al gobierno local como al gobierno federal, de modo que eso siempre le permitió tener tiempo para ocuparse también de la familia, no sólo de su trabajo, y mi madre estaba permanentemente cerca de nosotros.

JV: ¿Cómo nace su inquietud por la literatura, o es primero la literatura y los libros que la política?

EGP: Pues creo que se dio en forma muy parecida, muy pareja, esta afición a los libros y esta cercanía con la política. En primer término, porque a raíz de la expedición que organizó Brito Foucher contra el régimen carrillista hizo que la familia tuviera que abandonar el estado por razones de política.

Mi padre era recaudador de rentas en un poblado cercano a Villahermosa, nada del otro mundo, pero como entonces las cosas no se resolvían con votos sino un poco más violentamente, tuvimos que salir del estado y venir a la ciudad de México, en donde una hermana de mi padre vivía y trabajaba. Entonces, ella nos acogió en su departamento y mi padre encontró a un amigo guerrerense que era gobernador del estado de Guerrero en aquella época, el general Alberto Berber, que lo invitó a ir a trabajar en el ayuntamiento en Chilpancingo.

De modo que este acto de salida que tuvimos que hacer un poco violentamente del estado me hizo (yo era el mayor de mis hermanos), tratar de explicarme qué era lo que había ocurrido. ¿Por qué tenemos que irnos si aquí estamos bien, contentos? Entonces mi madre me dijo: tenemos que irnos porque tu padre corre peligro y la vida es más importante que cualquier otra cosa. Así que en lugar de tenerle ojeriza a la política y haberla rechazado por la salida violenta, abrupta, que tuvimos que hacer del estado y venir a pasar trabajos de la pequeña ciudad de Villahermosa a la Ciudad de México, pues había una distancia enorme.

A mí me pareció gigantesca la ciudad a la llegada, primero porque tuvimos que hacer el viaje en barco desde Frontera a Veracruz. Se llevaba tres días el viaje en pequeñas embarcaciones campechanas que hacían el trayecto de Frontera a Veracruz. Y después de estar en Veracruz unos días, tomar el Ferrocarril Mexicano o el Interoceánico, eran los dos que tenían comunicación de Veracruz con la capital del país. De modo que la llegada a la ciudad de México, me admiró por la enormidad de la ciudad.

JV: ¿Qué edad tenía?

EGP: Debo haber tenido unos seis o siete años, y bueno, empezamos a notar las diferencias en la manera de hablar, en la manera de vestir de la gente, en fin, tuvimos que irnos adaptando a las nuevas circunstancias en México, en la ciudad de México y más tarde a Chilpancingo y Acapulco posteriormente, porque mi padre, después de estar un tiempo como secretario del municipio en Chilpancingo fue comisionado por el gobernador para que tuviese el mismo cargo en Acapulco, de manera que tuvimos la suerte de conocer Acapulco en aquella época, en los treintas, que apenas estaba comenzando su desarrollo y de adaptarnos a las nuevas circunstancias.

Aunque el calor ya nos acercaba un poco y el trópico a lo que había sido nuestro origen, pero les decía, en vez de tomarle ojeriza a la política y haber tenido una actitud de rechazo por lo que nos había pasado, que era política, yo no reaccioné así, sino, ahora me doy cuenta con el tiempo, traté de explicarme por qué había ocurrido lo que había ocurrido, y esto probablemente me fue acercando a la actividad política. Tuve una actitud de comprensión en vez de rechazo, de tratar de explicarme las cosas en vez de molestarme y ni siquiera pensar en eso.

Creo que eso fue mi cercanía con la política, para ver con claridad qué era lo que nos había ocurrido y por qué había ocurrido lo que nos pasó, pero a la vez empecé a entender que de otra manera probablemente no hubiéramos salido en mucho tiempo del estado, que además estaba aislado por el agua. La carretera que comunicó a la ciudad de México y a Veracruz con Tabasco es de la época, una parte del licenciado Alemán y otra parte de Adolfo Ruiz Cortines, de modo que hasta entonces fue que Tabasco se comunicó con el resto del país por carretera, porque antes no había más que, o las embarcaciones o los aviones. Y claro, los aviones en aquella época eran para la gente con muchos recursos, cosa que en nuestro caso no era posible.

De manera que esta cercanía, ahora me doy cuenta, me aproximó a tratar de entender lo que era la política, y como le decía, en vez de tener un rechazo, al contrario, traté de comprender las cosas y quizá eso me hizo ir viendo a la política, aunque esta idea ya se me hizo muy clara después de mi experiencia en Francia, que la política era parte de la cultura y no la cultura parte de la política. Esto también me acercó desde muchacho a los libros, a la cultura, fui un buen lector desde muchacho, primero de las novelas juveniles, sobre todo Julio Verne, y después poco a poco, conforme iba yo avanzando en mis estudios, me fui conectando ya con distintas versiones de la cultura, la literatura, la filosofía, la historia, en fin, pero siempre con cercanía a la política.

Desde estudiante fui presidente de la sociedad de alumnos ya en la secundaria, fui vicepresidente de alumnos y delegado a la FEU en la Escuela Nacional Preparatoria y a la Facultad de Derecho también tuve algunos cargos estudiantiles. Antes de viajar a Europa a estudiar Ciencia Política, me había inscrito a la Facultad de Derecho porque era la carrera más cercana, sobre todo la parte de Derecho Público, a la política, pero habiendo obtenido una beca en el Banco de México para ir a estudiar al extranjero pues opté por el Instituto de Estudios Políticos de París para entrar de lleno al estudio de la Ciencia Política. Fue una desgracia para mi familia tener que salir violentamente del estado pero se volvió parte de mi vocación y de lo que iba a ser mi carrera posteriormente.

Danner González (DG): Son muy contados los casos de intelectuales que participan en la vida política, y que además lo hacen con maestría. En México, Vasconcelos, Torres Bodet, Jesús Reyes Heroles, pocos más. ¿Cómo logró usted conciliar la vida académica, porque usted sigue investigando, sigue escribiendo, al mismo tiempo que hace política?

EGP: Bueno como lo decía yo, después de mi experiencia en París, en Europa, porque aproveché mi estancia en Francia para viajar por buena parte de Europa occidental, consideré siempre a la política como parte de la cultura. Además, Francia me ayudó mucho en eso por los museos, por el teatro, por el cine, por la cantidad de actividad, por las librerías, la cantidad de conferencias, actividades culturales y de la importancia que tienen los intelectuales en Francia.

A mí me tocó la época del existencialismo a mitad del siglo pasado, no me acostumbro a decir el siglo pasado pero ya lo es. Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus… en fin, la pléyade de intelectuales que escribían en los periódicos, que dirigían las revistas, y eran intelectuales con ideas políticas, que participaban en la dialéctica de acción y pensamiento que caracterizan a la cultura y a la política francesa.

Todo esto influyó, el Louvre, el conocer los distintos museos, el viajar los fines de semana a partes de la provincia francesa para ver la arquitectura, para ir viendo la pintura, en fin me fui acostumbrando a relacionar siempre la política con las ideas, con la literatura, con la filosofía, con la sociología, que era parte de lo que estudiaba yo, con la ciencia política, que en buena medida está constituida por las ideas que desde la Grecia clásica se desarrollaron en Europa. De manera que siempre sentí que la política era parte de la cultura y que como intelectual tenía que desarrollar mi vocación, pero siempre cercano a la cultura.

JV: Eso lo llevó específicamente a tener esa visión panorámica de la política y la cultura. ¿Cómo surge, después de sus estudios en Europa, de regresar a México y desarrollarse ya profesionalmente, su acción política en el estado de Tabasco?

EGP: Bueno a mi regreso de Francia, después de haber conocido, no Inglaterra, Londres, partes de Alemania, Bélgica, Holanda, Italia, tuve la fortuna de trabajar en el Fondo de Cultura, de modo que ahí volvió a darse la circunstancia de los libros, que no se oponían a mi vocación ni mucho menos; al contrario, como corrector del Fondo tuve la oportunidad de leer desde El capital de Marx, las obras clásicas de la sociología que publicó el Fondo y que me pagaran por eso además, porque como corrector de pruebas pues era parte del trabajo o la traducción.

O incluso la redacción de las solapas, algunas solapas de libros del Fondo, o textos, ensayos introductorios de algunas obras, en fin, se siguió desarrollando esta simbiosis de cultura y política, no opuestas, sino al contrario, la política como parte de la cultura.

Tuve la fortuna también de conocer en París, siendo presidente de la Asociación de Residentes de la Casa de México en París, a quien fue mi mujer, que era doctora en filosofía y hacía una especialización de literatura francesa, de modo que, como dice el refrán: el que acierta en el casar ya se puede equivocar. Tuve la fortuna de acertar porque cuando uno es muchacho se enamora pero no siempre acierta. En nuestro caso tuvimos la suerte o la fortuna de coincidir toda una vida, pues eso nos influyó mutuamente; la formación cultural de mi mujer que me influyó y mi formación política que la influyó y siguió la interrelación entre ambas esferas.

Luego empecé a dar clase, todavía trabajando en el Fondo, como adjunto de Don Horacio Labastida, que era un profesor de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas. Estoy hablando del 55, 1955, desde ese momento seguí cultivando las ciencias sociales, aparte de mi profesión, aunque cada vez más dedicado a la ciencia política que al derecho. Del derecho me interesó mucho el derecho constitucional, el derecho administrativo, la teoría del Estado, materia de la que fui profesor muchos años en la Facultad, y de la cátedra de la historia de las ideas políticas, de modo que seguí profundizando en mis estudios de ciencia política.

DG: Sé que doña Julieta Campos, su esposa, fue promotora incansable del Teatro Campesino

Enrique: Sí, ¡cómo no!

DG: ¿Nos cuenta acerca del Teatro Campesino?

Enrique: Sí, se desarrolló en Oxolotán gracias a una gran organizadora, que fue la que organizó realmente. El acierto de mi mujer estuvo en localizar a esta persona, que se encargó de armar el teatro con verdaderos campesinos y que tuvo un gran éxito en aquella época, no sólo en Tabasco, sobre todo con la puesta de Bodas de Sangre de García Lorca, y tuvo un gran éxito en Nueva York y en Madrid, no, en Madrid no, en Cádiz creo que fue. Lamentablemente aquella experiencia no se continuó y se quedó ahí, pero esa fue una bonita experiencia de Julieta, con la que podía yo hablar absolutamente de mis problemas, como ella me podía plantear a mí, porque ella también empezó a dar clase de literatura en la Universidad, de modo que siempre intercambiamos puntos de vista y siguió la liga permanente de la cultura y la política.

JV: Sin duda fue un acierto.

EGP: Bueno, así dice el dicho, ¿no? El que acierta en el casar ya se puede equivocar en todo lo demás.

JV: ¿Cuántos hijos tuvo, don Enrique?

EGP: Uno solo.

JV: ¿Y se llama?

EGP: Se llama Emiliano, como aquél que está allá (señala un cuadro de Emiliano Zapata)

JV: ¿Zapata? ¿Le puso Emiliano por el revolucionario?

EGP: Bueno pues, si hubiera tenido yo una hija, le habría puesto Guadalupe, y hubieran sido Emiliano y Guadalupe, una preciosa pareja.

DG: Hablaba usted hace un momento de que no se le dio continuidad al Teatro Campesino, y ese es quizá uno de los grandes problemas de este país, que los proyectos no tienen continuidad. Otro tanto pasó con los Centros Integradores.

EGP: Así es, tengo la esperanza de que los que eran jóvenes en aquella época, que conocieron vitalmente la experiencia, alguno de ellos la retome con el tiempo, ojalá, porque creo que fue una idea que valdría la pena continuar.

Ese retrato del religioso que está ahí al lado del Guernica de Picasso es don Vasco de Quiroga, el creador de los pueblos hospitales de donde remotamente viene la idea de los centros integradores, pero el Colegio de San Nicolás que fundó don Vasco es el antecedente de la Universidad Nicolaíta actual y donde se formaron los héroes de nuestra independencia, nada menos. De esta idea de la realización de la utopía de Don Vasco es que viene la idea de los centros integradores, de construir estos centros a partir de un núcleo ya desarrollado o con bastante desarrollo y que los pobladores cercanos, circunvecinos, en vez de tener que ir a Villahermosa a buscar los servicios que requerían, los encontraban más cercanamente, en la población más desarrollada, de manera de que fortaleciendo ese desarrollo pudiera comenzar a generarse el desarrollo en toda la zona.

Esta es la idea primitiva del centro integrador, pero esa fue otra experiencia que se quedó en Tabasco, se dice que a veces ocurre que queremos inventar el Mediterráneo, el agua caliente y el hilo negro cada uno de nosotros y, en verdad, este ha sido un problema muy serio en México, la falta de continuidad.

Eso ha ocurrido con la educación. En vez de haber tenido continuidad en la política educativa de México… desde la independencia… otro gallo le hubiera cantado a nuestro país si esto hubiera existido, porque yo creo que la principal riqueza de nuestro país está en su población, pero como no se la ha formado, como no se la ha educado se ha tenido que desarrollar prácticamente. De ahí han surgido a los que se les llama despectivamente sin razón, los “mil usos”, pero ¿qué cosa es un “mil usos”? Un hombre que funciona en todo: si hay un cortocircuito, en la jardinería… ¿Qué revela todo esto? Una capacidad extraordinaria, y en vez de haber aprovechado esa riqueza la hemos abandonado.

Hemos tenido grandes educadores. Usted mencionaba hace un rato a Vasconcelos, a Torres Bodet, si hubiéramos continuado la obra de Don Justo Sierra y desde antes, la obra de Vasco de Quiroga desde los orígenes, otro gallo le cantaría a nuestro país, porque hemos descuidado la principal riqueza, creyendo que la riqueza de los mares, la riqueza petrolera, la riqueza agrícola, la riqueza ganadera, son las verdaderas riquezas. Son riquezas también, pero la riqueza fundamental está en nuestra población y la base del desarrollo de esa riqueza está en la educación y eso es en lo que no ha habido continuidad tampoco, porque en cada sexenio se inventa el Mediterráneo, el agua caliente y el hilo negro.

DG: Ahora incluso los libros de texto gratuitos han perdido esa función relevante que tuvieron desde su  creación, si mal no recuerdo con Martín Luis Guzmán. Usted también encabezó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos.

EGP: Sí, el creador de la Comisión fue don Jaime Torres Bodet con don Martín Luis Guzmán como director de la Comisión. Yo tuve la fortuna de ser amigo de don Martín, fuimos senadores al mismo tiempo, en el mismo sexenio, a mí me toco hacer la defensa de don Martín, que estaba siendo objetado por un grupo de senadores opuestos a nuestra organización y nuestra ideología porque don Martín había trabajado en España cerca de varios dirigentes republicanos.

En primer lugar, don Martín estaba exiliado entonces y tenía que ganarse la vida, y fue una gran ventaja la que tuvo de poder prestar sus servicios con gente de primera, como lo fueron los republicanos que luego vinieron a México en la época del General Cárdenas, cuando México abrió las puertas a los exiliados, pero en fin, a partir de este intervención mía en el senado, tuve la fortuna de hacerme amigo de don Martín y de conversar mucho tiempo con él y más tarde tener el cargo que había tenido él durante la creación de la Comisión de Libros de Texto.

JV: Como gobernador, ¿cuáles fueron sus principales logros?

EGP: Bueno creo que una buena idea que tuve desde la campaña, fue hacer que la gente hablara y me dijera cuáles eran los problemas fundamentales que ellos sentían, que ellos vivían. En vez de ir yo diciendo discursos, que lo tenía yo que hacer, pero primero le pedía a la gente que hablara, de ahí surgió la frase “Que hable Tabasco”. Voy a hablar, pero no tanto. Lo que me interesa es que hablen ustedes. Me fue enormemente útil, porque la gente  planteó los problemas tal como los vivía, como los sentía, naturalmente fuimos tomando nota de todos los planteamientos que se fueron haciendo en todo el estado y a la hora de atender el gobierno, en vez de atenerme a la organización tradicional de la administración pública del estado, armamos la administración, el gobierno, a partir de los problemas fundamentales planteados porque eso era lo que había que resolver, no problemas abstractos sino los problemas que había planteado la gente.

Creo que este fue un buen acierto, y desde luego, la experiencia que tuve, yo conocía al General Cárdenas, tuve esa fortuna, y el general me invitó a un par de giras que él organizo en Michoacán, ya después de haber sido presidente. Creo que en aquella época era vocal del río Balsas, pero cada vez que llegaba a alguna población de inmediato se corría la voz de que el General estaba en aquel lugar y en el zocalito, la plaza, en el jardín principal, se paraba el General, se formaba una fila de personas y a mí me tocó estar cerca del General y de ver cómo trataba a la gente. El chofer la hacía de su secretario e iba tomando nota de todo lo que le decían o lo que le pedían al General las personas que se acercaban, algunos sólo para saludarlo, pero otros decían: “General, la escuela está en malas condiciones”. En fin, le planteaban sus problemas.

Yo le pregunté, ya terminando con aquella experiencia para mí fundamental: “Mi General, cuando usted era presidente, usted podía resolver los problemas que se le planteaban, pero ahora que ya no tiene el poder en sus manos…” Me decía: “Bueno, seguimos teniendo amigos en el gobierno, que a veces nos ayudan en los problemas que nos plantea la gente, pero si no, Valente va tomando nota de qué personas se trata y la dirección, y yo siempre les mando una cartita diciéndoles: ya traté el asunto y está en manos de fulano de tal, o no he podido resolver este problema porque no tengo la forma de hacerlo. Eso es muy importante –me dijo–, porque la gente queda muy agradecida, no tanto porque le resuelvas sus problemas, si se puede mejor, sino porque los atiendas, porque les dediques un poco de tu atención, te piden un pedazo, un poquito de tu tiempo, que les dediques un poco de tiempo.”

Eso para mí fue fundamental, establecí como costumbre en mi administración una audiencia pública que tenía yo diariamente por lo menos de un par de horas. La gente se formaba, hacía su fila en el palacio de gobierno y yo los recibía, dedicaba dos, dos horas y media o tres horas a oír a la gente, a oír los problemas que me planteaban, que nos los habían atendido en el hospital o que los muchachos se estaban portando mal y querían que yo les apretara las tuercas, porque uno la tiene que hacer de todo en el gobierno.

Y esto fue muy útil, me fue muy útil ese contacto permanente con la gente durante la semana, con excepción de los martes en que hacía yo una gira por el interior del estado para estar en comunicación con toda la gente que no vivía en Villahermosa. Recuerdo que una  vez que había llovido mucho me estaban esperando en las afueras de la población un grupo de personas que le pidieron al chofer que detuvieran el camión y que yo los atendieran. Entonces me bajé del camión y díganme. ”Queremos que nos acompañe usted a la escuela para que vea en qué condiciones está trabajando la escuela a donde van nuestros hijos.” “Sí, cómo no, súbanse al camión.” “No, queremos que usted camine con nosotros hasta la escuela, no está muy lejos.” Muy bien. Las calles eran un lodazal por la lluvia y no se había desahogado esa agua y al lodo, a chapotear. Al llegar a la escuela les dije: “hubiéramos podido venir en el camión, hombre, sin llenarnos de lodo.” “No, no, no, si lo que queríamos era que usted viese lo que tenemos que pasar y lo que tienen que pasar nuestros hijos para llegar a la escuela, en qué condiciones.” “Muy bien, tienen razón.”

Esa fue una gran experiencia que tuve y en otra ocasión un grupo de mujeres se paró a media carretera a la entrada de la población y empezaron a gritar “que se baje, que se baje”. Como yo venía adelante pues veía perfectamente de qué se trataba, entonces le dije al chofer: “Ábranme. Díganme mis gritonas, de qué se trata” porque estaban gritando. Ya me explicaron: “Mire usted, ese tanque que ve ahí, es el que nos surte de agua potable –un tanque grande–, y hace tanto tiempo que no tenemos agua potable.” “A ver, que venga el secretario de Obras Públicas”. Ya vino y le expliqué: “Las señoras me dicen que no tiene agua potable desde hace tiempo. ¿En qué tiempo tendrán agua potable?” “Pues en una semana señor Gobernador.” “Vamos  a decir en 15 días para no fallar. En 15 días, mis gritonas, vengo a tomarme con ustedes un vaso de agua”. “Muy bien.” Aplaudieron y… vámonos. A los 15 días regresé, ya estaba el tanque lleno, me tenían unas cervecitas. “Aquí le tenemos para celebrar.” “Les dije que iba a tomarme con ustedes un vaso de agua del tanque, venga mi vaso de agua. Esas cervezas se las dejo para cualquier celebración, yo vine a tomarme un vaso de agua con mis gritonas.”

Fueron experiencias inolvidables del contacto, ese que no siempre se produce con los coches blindados y fue la experiencia del General Cárdenas la que me dio esta vía, este camino de contacto personal. El contacto personal es… nada se le compara a eso. Las apariciones por televisión, por radio, en el periódico, están muy bien, pero el trato directo es fundamental para la relación con la gente. De modo que esta fue una experiencia muy importante que tuve también y que no aprendí en la escuela de ciencias políticas sino en la práctica, en el contacto con uno de los mejores, si no el mejor presidente que ha tenido este país junto con don Benito Juárez, de manera que esas son dos experiencias fundamentales que tuve de aquella época.

JV: Háblenos sobre la construcción de las obras, que seguramente debe haber sido una cuestión muy compleja, para haber desarrollado en esa época los puentes que se construyeron.

EGP: Bueno, una parte fundamental del gobierno y del estado sobre todo, es el territorio, la unidad territorial. Y ocurría en Tabasco que mi estado era un archipiélago de islas rodeado por todas partes de agua. Había que unir ese territorio. No hacía falta ser ingeniero para darse cuenta de esta situación.

Entonces dije: la construcción de puentes es fundamental para integrar el territorio del estado, y ahí surgió la idea de hacer los puentes necesarios para que el estado tuviera un territorio y no fuera un conjunto de islas e islotes en donde la parte central era Villahermosa la capital y el resto disperso.

A Frontera había que cruzar en panga, se llegaba en carretera hasta frente a Frontera pero para cruzar el río había que usar una panga para llegar al otro lado, y ocurría que las pangas sólo funcionaban durante el día, de manera que si un enfermo tenía necesidad de hospitalizarse en Villahermosa de noche pues no podía porque no había comunicación.

Ocurrió además que el puente de Frontera se lo había pedido la gente al General Obregón durante su campaña y el General Obregón había ofrecido que iba a construir el puente, de manera que yo sentí eso como una obligación de cumplir algo que había ofrecido uno de los dirigentes de la Revolución Mexicana. Ese fue un acto muy importante y simbólico, además la construcción de ese puente espléndido que permitió, bueno y junto con ese puente muchísimos puentes pequeños para constituir la unidad territorial del estado, para que el estado lo fuese realmente. De ahí surgió la necesidad de la construcción de los puentes, por la necesidad de constituir el territorio del estado, que de otra manera no existía, estaba disperso.

JV: ¿Qué presidente estaba durante su administración?

EGP: En mi época el Licenciado Miguel de la Madrid. Curiosamente no siempre hubo coincidencias, una cosa es el país y otra cosa era mi estado. Yo me adapté al estado que había que gobernar y en la política nacional mantuve una muy estrecha relación con el presidente y con el gobierno del licenciado De la Madrid, pero yo fui a resolver los problemas de Tabasco, y afortunadamente se entendió eso muy bien.

Afortunadamente había tenido yo relación y conocimiento con el presidente de la Madrid desde que éramos estudiantes porque él iba un año posterior a mí en la facultad de Derecho. Era prácticamente la misma generación con un año de diferencia, de manera que esa relación fue muy útil para poder desarrollar la política que hacía falta hacer en Tabasco, independientemente de las políticas que se desarrollaran en el país. Eso fue muy importante para resolver todos los problemas que teníamos con PEMEX. La relación con Petróleos Mexicanos fue muy útil, teníamos una reunión periódica, creo que cada mes, para ir planteando los problemas y tener fluidez, de modo que cada vez que era posible invitaba al Presidente para que viajara al estado y viese cómo se iban desarrollando las cosas.

JV: Posteriormente, al dejar el gobierno del estado, incursiona usted en la diplomacia. ¿Cómo se da esa circunstancia?

EGP: Bueno, al triunfo de la candidatura del licenciado Salinas, yo fui nombrado director del Fondo de Cultura Económica, lo cual para mí fue una gran satisfacción porque a mi regreso a México yo había recomenzado mi carrera y mi vida en el Fondo de Cultura, yo le tenía un gran aprecio a la institución desde siempre.

Fui buen amigo de don Arnaldo Orfila, que fue el director cuando yo era miembro del cuerpo del Consejo Editorial, del Consejo Técnico del Fondo, y luego continuamos la amistad cuando él fue fundador y director de Siglo XXI, de manera  que traté de continuar con la política que habían desarrollado don Daniel Cosío Villegas y don Arnaldo Orfila en el Fondo de Cultura, e íbamos muy bien.

Viajé por América Latina para ver cómo funcionaban las filiales del Fondo en Buenos Aires, en Bogotá, en fin, en los distintos países en donde teníamos filiales para continuar con la política latinoamericanista que había tenido el Fondo desde sus orígenes, porque en el momento en que España cayó en el franquismo y demás, el Fondo se convirtió en la editorial de habla española más importante de aquella época, y mi idea era continuar con esa política iberoamericana manteniendo la relación cultural con España.

En alguna ocasión, pasado ese tiempo, ese año y fracción, me citó el presidente a su oficina y me preguntó: “¿Qué te parecería… primero, cómo te sientes? Ya le expliqué: “Estamos esto y esto otro, estamos desarrollando tales proyectos.” “¿Y qué te parecería, el ex presidente de la Madrid como director del Fondo?” “Ideal, me parece muy bien.” “¿Y a ti qué embajada te gustaría para representar al país, con excepción de la embajada de los Estados Unidos que ese es otro problema?” “Pues déjame conversarlo con mi mujer.” “Bueno, te busco la semana entrante.” A la semana entrante me llamó nuevamente por teléfono. Me dijo: “¿Ya consultaste?” –con un poco de sorna–. “Sí –le dije– porque tengo una mujer muy inteligente y yo no canto mal las rancheras, de modo que somos dos cabezas pensantes que piensan más que una. Estamos de acuerdo.” “¿Y qué embajada te gustaría?” “Portugal.” En un viaje que había yo hecho a Portugal vi la embajada con un jardín espléndido con piscina. Yo nado, cuando no estoy enfermo, diariamente aquí en una alberca que tengo cercana, aquí bien cerquita. “No, no, no, Portugal no. España es la embajada predilecta de los mexicanos.” “Muy bien.” Así se dio.

Durante un año estuve funcionando en la embajada, fue una experiencia interesante, pero yo tenía la idea, sobre todo de la época de don Alfonso Reyes, que fue durante mucho tiempo diplomático y embajador de México y tenía tiempo para escribir y para leer, de modo que yo seguía pensando en esos términos y ahora la situación no es así, y menos la embajada de México en España, que siempre está llena de mexicanos, hay mucha chamba, de manera que el tiempo para escribir y para leer…

Aproveché los fines de semana con mi mujer para agarrar el carro de la embajada y viajar por toda España, esa fue una gran experiencia, pueblear por España, los pueblos españoles son espléndidos, la comida es deliciosa, y ya sin la casaca diplomática es una delicia viajar por España. Generalmente uno como turista va a Madrid, a Sevilla, a Barcelona, pero no tiene uno la oportunidad de viajar. Nosotros viajamos por toda España los fines de semana. Yo agarraba el coche, pero al año ya me hacía falta mi biblioteca y a mi mujer también su literatura, de modo que decidimos que ya como experiencia estaba muy bien y ya me regresé. Le expliqué al Presidente que hasta ahí había llegado mi experiencia diplomática, que estaba muy agradecido y que quería yo dedicarme a la otra parte de mi vocación que era la parte cultural y así ocurrió ya la salida de la política militante.

JV: ¿Y posteriormente qué motivos tuvo para dejar el PRI y convertirse en un hombre con una tendencia distinta?

EGP: Bueno, fui miembro de un partido que a pesar de que se habla de la continuidad que ha tenido durante más de 70 años en el gobierno, es un partido que va variando, que va cambiando.

Yo fui secretario general del partido junto con don Jesús Reyes Heroles, de manera que eso fue muy distinto a lo que vino luego. Esa es una de las explicaciones, e ingresé al PRI cuando era presidente del PRI el General Sánchez Taboada, e ingresé a través de la Dirección de Acción Juvenil que presidía Agustín Arriaga Rivera, que había sido dirigente de la Federación Estudiantil Universitaria cuando yo fui delegado de la preparatoria a la Federación Estudiantil Universitaria y ahí nos hicimos muy buenos amigos. Agustín era un economista notable, de diez de promedio, a pesar de su actividad política y demás, y un político de primera, de modo que cuando Agustín fue a la dirección del PRI en Acción Juvenil me invitó a ingresar y entonces ingresé al partido, pero no ingresé a una abstracción. Ingresé con gente de carne y hueso a la que yo conocía y respetaba, y en el caso de don Jesús, don Jesús fue mi sinodal en mi examen profesional en la facultad de Derecho, de manera que desde entonces sabía yo quién era Reyes Heroles, conocía sus libros.

Ser miembro del partido en aquella época era totalmente distinto a lo que vino después, sin demeritar a nadie, pero un presidente como Reyes Heroles con el conocimiento que tenía de la historia de México, era otra cosa, después de eso pues fui tomando mi distancia, sobre todo porque me fui separando, ya apartando de la política, de la política militante, hasta que prácticamente he dejado de participar, ya excepto idealmente, intelectualmente, pero ya no en forma militante, como lo hice cuando fui miembro de la Dirección de Acción Juvenil o en la etapa en que fundé el Instituto de Capacitación Política y cuando fui Secretario General del Partido junto con don Jesús.

Después de ese momento vinieron otros tiempos y otras tareas que fui desempeñando hasta alejarme de la política militante, no de las ideas políticas, que ese es otro negocio, esa ha sido una de mis clases, porque sigo dando clase en esta época, en la Maestría de los Estudios Superiores de la Facultad de Ciencias Políticas. Sigo siendo maestro, de modo que la política teórica la sigo practicando, no la empírica, no la práctica.

JV: En la política hoy día, ¿cuál sería su acepción, hacia dónde va la construcción de la democracia?

EGP: Bueno, yo no soy partidario de la política neoliberal, mi formación me lleva a otras concepciones. Yo creo en el estado democrático y social de derecho, no en la política neoliberal en donde la economía tiene prevalencia sobre la política, porque la política comenzó siendo la actividad ciudadana por excelencia en la Atenas clásica, la Atenas de Aristóteles. Política viene de polis, la ciudad, la plaza pública, y la economía era la regulación doméstica, economía viene de oikos=casa, nomos=ley: la ley de la casa, el orden de la casa. Ahora las cosas se han invertido y la economía es la que prevalece –sobre todo a partir de la globalización– sobre la política, y hay empresas que son mucho más poderosas que muchos estados, de manera que para mi formación esto es algo que no se lleva muy bien con toda la evolución que ha sufrido la ciencia política, que prácticamente ha dejado de serlo, y son las leyes del mercado las que ahora determinan lo que hay que hacer. Mi formación me llevó por otra parte, yo soy partidario del estado social y democrático de derecho, teóricamente hablando.

Entonces, esta política neoliberal de ahora, que considera al hombre como el capital humano cuando es el hombre el que forma al capital, no el capital el que forma al hombre, bueno es un ejemplo, entre otros muchos que se pueden citar y que citaré próximamente si hay oportunidad.

JV: Para terminar dos preguntitas más, coméntenos brevemente dos o tres de sus obras que le hayan significado más, en las que se haya sentido más pleno, por qué y cómo los desarrolló.

EGP: Pues todos me han gustado muchos, sobre todo los últimos porque son los más cercanos ya. Yo he publicado, pues, todo lo que está ahí en este librero, arriba están los de mi mujer y abajo están los de mi hijo, pero los más cercanos son La Cuerda Floja, La Cuerda Tensa y Puntos de Referencia, que es una colección de artículos y ensayos que obtuvieron un premio de periodismo en algún año que ya no recuerdo, y éste último que acabo de culminar, País de un solo Hombre.

Ya entregué al Fondo de Cultura el tercer tomo que se va a publicar el año entrante y con él acabo ya con el mamotreto histórico, y a lo mejor todavía escribo algo de mis recuerdos, porque en alguna ocasión, hablando, quizá me gustaría escribir mis memorias. Una amiga muy inteligente que tengo me dijo: “¿Memorias? Memorias las de Churchill, las de De Gaulle, las vuestras son recuerdos.” Tenía razón, por eso ya no digo “mis memorias” sino “mis recuerdos, mi souvenir.”

JV: Su pasión por la historia, indagar ¿qué le mueve de la historia?

EGP: Bueno, pues entender qué es lo que ha pasado para entender qué es lo que pasa y para, si se puede, entender un poco lo que viene, el futuro. Conociendo el pasado y el presente, el presente siempre se tiene que asomar un poco a los tiempos que vienen, de manera que esa es la idea de la historia, la comprensión del tiempo. Y sobre todo me interesa la historia de México para entender muy bien lo que es nuestro país.

JV: ¿Qué personaje o qué personajes son los que le han llamado más la atención?

EGP: Bueno, por lo pronto ya les hablaba yo de Vasco de Quiroga, los héroes de la Independencia, en donde yo destacaría a don Vicente Guerrero, entre otras cosas por mis recuerdos infantiles y juveniles, los héroes de la Reforma, entre ellos don Juan Álvarez, que fue líder del movimiento de Reforma y los dirigentes de la Revolución Mexicana. Sí, de las tres revoluciones que han tratado de enderezar este país, esos son mis personajes favoritos, predilectos, cercanos.

JV: Pues ya nos habló de muchos temas don Enrique, nos habló de valores que tienen,  que conforman a nuestra identidad nacional y que han sido desaprovechados como han sido las propias habilidades de las personas, ¿pero cómo ve a México a futuro, cuál será la expectativa que tiene México en un futuro no muy lejano?

EGP: Me gustaría verlo sobre todo a partir de la juventud, de la juventud estudiosa, con la que tengo proximidad, cercanía, de la juventud que está formando nuestra Universidad, y tengo mucha confianza en estos jóvenes porque se están formando bien, tienen una buena universidad, de manera que eso es muy importante y les va a abrir el camino del futuro y va a abrir al país su camino futuro. Soy optimista en ese sentido por la juventud que se está formando, tengo esperanza de que en algún momento se establezca la política educativa que debe de existir en este país para formar y para aprovechar al máximo la máxima riqueza que tiene este país, que es su gente.

Danner González

Especialista en comunicación y marketing político. Ha realizado estudios de Derecho en la Universidad Veracruzana; de Literatura en la UNAM; de Historia Económica de México con el Banco de México y el ITAM, y de Estrategia y Comunicación Político-Electoral con la Universidad de Georgetown, The Government Affairs Institute. Máster en Comunicación y Marketing Político con la Universidad de Alcalá y el Centro de Estudios en Comunicación Política de Madrid, España, además del Diplomado en Seguridad y Defensa Nacional con el Colegio de Defensa de la SEDENA y el Senado de la República. Ha sido Diputado Federal a la LXII Legislatura del Congreso de la Unión, Vicecoordinador de su Grupo Parlamentario y Consejero del Poder Legislativo ante el Consejo General del Instituto Nacional Electoral. Entre 2009 y 2010 fue becario de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores en Córdoba, España. Sus ensayos, artículos y relatos, han sido publicados en revistas y periódicos nacionales e internacionales. Es Presidente fundador de Tempo, Política Constante.