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Por Mauricio Balderas Villicaña

@MauBalderasV

El mundo cambió. Nosotros cambiamos. El terrorismo global comenzó una nueva etapa, mucho más sangrienta. Han pasado ya dos décadas y dicen los supervivientes que es como si lo hubieran vivido ayer. No es para menos y seguramente, todos o casi todos, recordamos con claridad lo que hacíamos aquel día.

El martes 11 de septiembre de 2001 fue uno de los más lúgubres en la historia de Estados Unidos de América, había sido vulnerada por menos de 20 jóvenes integrantes del grupo terrorista Al Qaeda.  En total, 2.977 personas perdieron la vida en los ataques terroristas en la ciudad de Nueva York, Washington y en las afueras de Shanksville, Pensilvania.

Ese país vivió uno de los peores ataques terroristas de su historia. Dicho ataque fue orquestado por el líder de Al Qaeda, Osama bin Laden. 20 años después, las heridas siguen abiertas para testigos y supervivientes.

Se calcula que fueron 16 mexicanos los que fallecieron en Nueva York ese espantoso martes. Sin embargo, sólo se tiene información fidedigna de cinco: Antonio Meléndez, Antonio Javier Álvarez y Leobardo López Pascual, originarios de Puebla, así como Juan Ortega Campos, de Morelos, y Martín Morales Zempoaltécatl, de Tlaxcala, cuyos nombres fueron incluidos en el memorial para las víctimas.

Muchísimos mexicanos y estadounidenses se vieron afectados en su vida cotidiana por el cierre de fronteras terrestres y aéreas durante varias semanas a consecuencia de lo acontecido.

Ante la descoordinación de las agencias de inteligencia, seguridad y defensa de EU, se crearon nuevas instituciones con las cuales México se tenía que coordinar.  A partir del 11-S, Gobernación y Relaciones Exteriores tuvieron que coordinarse para obstruir que nacionales de terceros países fichados por EU pudieran ingresaran a México. Desde entonces, ha sido un gran aliado de Estados Unidos para impedir que terroristas extranjeros utilicen nuestro país como plataforma para cometer un atentado en suelo estadounidense.

Pasaron dos meses de lo ocurrido, y el equipo de inspectores compareció ante el Consejo de Seguridad para explicar bien y con detenimiento que no habían encontrado pruebas de que Irak tuviera armas de destrucción masiva, pero tampoco de que se haya desarmado.

México mantuvo una posición rígida de no apoyar una resolución impulsada por EU en el Consejo de Seguridad de la ONU para apoyar una intervención militar en Irak, por la supuesta posesión de armas de destrucción masiva. EU y el Reino Unido reconocieron, años después, que las pruebas eran falsas. Eso liberó a México de presiones de grupos terroristas internacionales.

¿Qué queda veinte años después del atentado más sangriento de la historia? 

Mauricio Balderas

Licenciado en Derecho por la Universidad Vasco de Quiroga (UVAQ), Cuenta con tres diplomados uno en Marketing Político e Imagen Pública y el otro en Diseño y Operación de Campañas por la Universidad Nova Spania y el último es en Políticas democráticas para una nueva seguridad ciudadana por la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México. Además es Pdte. de la Asociación para el Fortalecimiento del Campo Michoacano en materia de Seguridad y Desarrollo en México. (AFOCAMEX). Actualmente es columnista de la revista Lideres Generando Lideres.