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Éfren Calleja Macedo

@lem_mexico

 

El trabajo precario genera ganancias, discursos, empresas, administradores y capataces. En ese sistema, lo inestable sólo afecta a las personas que llevan a cabo la actividad; es decir, quienes trabajan horas de más (si fueran extras, serían pagadas), en horarios arbitrarios, sin las herramientas necesarias y carentes de toda capacitación. Así es como se cumple la definición de precario: que es poco estable, poco seguro o poco duradero. De esto habla Florence Aubenas en El muelle de Ouistreham (Anagrama, 2011; traducción de Francesc Rovira), de quienes han sido relegados a los márgenes del sistema laboral, los sin derechos.

En la línea del alemán Gunter Wallraff y su emblemático Cabeza de turco, la francesa Aubenas planta su experiencia periodística en Caen, una ciudad a menos de dos horas de París, “ni demasiado al norte, ni demasiado al sur, ni demasiado pequeña, ni demasiado grande”. Ahí, de febrero a julio de 2009, en medio de la crisis, Florence decide averiguar qué tan difícil es conseguir un trabajo precario.

Para esto, Aubenas, tomó algunas decisiones: “Conservé mi identidad, mi nombre y todos mis documentos, pero me inscribí en el paro con un título de bachillerato por todo bagaje. Aseguré que me acaba de separar de un hombre con el que había convivido durante veinte años que satisfacía todas mis necesidades, lo que explicaba que no pudiera acreditar ninguna actividad profesional durante ese tiempo. Me teñí de rubio. Ya no me quité las gafas. No cobré ningún subsidio”.

Así, Florence peregrina por los servicios públicos de empleo para recibir orientación y aprender a ser una buena candidata. El lenguaje en el que se mueve es altamente técnico, capaz de eliminar todo síntoma de crisis: “La mejor solución para su proyecto personalizado de acceso al empleo es que se oriente hacia la especialidad de técnica de limpieza”. Palabrería impecable.

Entre las filas para formalizar su necesidad de trabajo y las tareas que van de lo fársico a lo doloroso, Aubenas suma retratos, perspectivas, memorias, ilusiones y sentencias que reflejan el espíritu del sistema laboral.

Registra que los diálogos entre asesores y solicitantes se han convertido en la maquila de formatos: “Antiguamente las entrevistas no tenían límite de tiempo. Las primeras consignas las restringieron a media hora, luego a veinte minutos. Los empleados hablan de ‘masacre’; cumplen las órdenes a regañadientes, pero las directivas son claras: ‘ya no tenéis que hacer de asistente social, esa época ha terminado. Hay que conseguir cifras. Acostumbraos a llamar cliente al solicitante de empleo’. Es oficial, viene de arriba”.

Consigna que, desde la óptica de los demás, el pasado de un trabajador precario es desechable, el futuro es una amenaza y el presente sólo sirve para reconocer que se carece de talentos: “¿Quiere usted empezar una nueva vida? ¿Qué le parecería técnica de limpieza? Los oficios que tienen que ver con el mantenimiento son el futuro, pero hay que decidirse ahora. El mercado está en plena reestructuración y se volverá a cerrar en cualquier momento. Está a punto de empezar un ciclo de formación en profesiones de la limpieza con un diplomado especializado, quizá incluso con un tercer ciclo. Dentro de uno o dos años las empresas sólo contratarán a limpiadoras diplomadas. Será demasiado tarde para personas como usted, sin cualificación. Tiene que decidirse ahora, de lo contrario no tendrá ninguna oportunidad”.

Da cuenta de la pedagogía formativa y de la sustitución de vocablos para constituir un gatopardismo colectivo: “Escuchadme bien, aunque luego lo vais a olvidar todo. Si retenéis la mitad, ya me daré por satisfecha. En primer lugar, ya no decimos que esta empresa se dedica a la ‘inserción’; hay que olvidar la palabra ‘inserción’, puesto que para todo el mundo es sinónimo de ‘inútil’. Ahora hay que utilizar la palabra ‘solidario’, ¿entendido?”.

Explicita la importancia de mantenerse servicial y productivo: “Aunque la clienta lo trate a uno como un perro, no se alza la voz. Delante del empleador, os estáis calladitos. Si me enviáis a la mierda trescientas horas de trabajo, me ocuparé personalmente de vuestro caso y os vais a acordar, ¿entendido? Llamaré a vuestra orientadora de Pôle Emploi y no me cortaré a la hora de poneros verdes”.

A lo largo de su crónica, Florence Aubenas desmenuza las voces y los métodos de un sistema laboral reporteado en Francia pero reconocible en múltiples países. En LEM creemos que esas voces y esas realidades deben ser visibilizadas desde la perspectiva de quienes son tratados como carne de cañón laboral.

 

  • artículo originalmente publicado en el Periódico “El Popular” (que puede consultarse en el siguiente enlace: https://www.elpopular.mx/2018/08/13/opinion/las-voces-de-la-precariedad-187361)
Efrén Calleja Macedo

Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Veracruzana (UV), Maestro en Gestión Cultural por el Instituto Universitario Ortega y Gasset campus México y Maestro en Diseño y Producción Editorial por la Universidad Autónoma Metropolitana campus Xochimilco (UAM-X), durante poco más de dos décadas ha acompañado, conceptualizado, desarrollado y materializado propuestas de contenido para editoriales, instituciones gubernamentales, organismos descentralizados, festivales, ferias del libro, universidades, autores independientes, museos, organizaciones internacionales, centros de salvaguardia del patrimonio y empresas de muy diversos ámbitos.