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Personajes vs realidad

Crítica a Seis formas de morir en Texas (Ed. Anagrama, 2019)

de Marina Perezagua (Sevilla 1978)

 

Por Luis David Ramírez

@1LuisDavid

 

Seis formas de morir en Texas muestra la locura de nuestra realidad, la vida al desnudo: crueldad, ignorancia, injusticia y estupidez a la luz del sol y en pleno siglo XXI. Primero que nada, Marina Perezagua —ganadora del premio Sor Juana Inés de la Cruz 2016 por su novela YORO— nos recuerda que la pena de muerte es una ley vigente hoy en día en el Estado de Texas. Después, nos arroja un dato no menos despreciable, en China, el gobierno asesina presidiarios con el mejor de los estados de salud para vender sus órganos en un par de cientos de miles de dólares.

 

Seis formas de morir en Texas es una novela que mezcla periodismo y ficción —justo como Elena Poniatowska o bien la española Clara Usón—; nos coloca frente a una realidad desquiciada, completamente absurda, en la cual los protagonistas luchan por imponer un orden. La acción acontece en varios periodos de tiempo pero principalmente en 2017 y, como es de esperarse, en Texas. Por un lado, se dibuja la absurda realidad en la que Robyn vive, donde aun siendo adolescente es condena a pena de muerte por un crimen que ella no sabe si cometió.

 

Por otro lado, se traza la realidad de un joven chino llamado Xinzàng, donde el corazón de su abuelo fue transplantado a un sujeto que vive en Texas. Por lo tanto, Xingzàng partirá en busca del corazón para detener su latir y así lograr que el shen de su abuelo pueda descansar en paz.

 

El primer acierto de la novela es reflejar nuestro tiempo. Locura es que exista la pena de muerte, deleznable absurdidad es que se condene a una adolescente con tal castigo. Las descripciones de la vida de las presas en el pabellón de la muerte son de un salvajismo que deprime. Para una de las condenadas la libertad consiste en decidir obedecer o no a los guardias o bien escribir intentos de cartas eróticas que entristecen en lugar de despertar algún impulso.

Respecto a China, el acierto de Perezagua también es meritorio al describir la locura de este mundo. Si todo está permitido en nuestra realidad —y así parece serlo—, entonces un Texano puede comprar el corazón de un reo chino no digamos ya en el mercado negro, sino en el mercado, a secas. El servicio de compra de órganos que Perezagua describe, no hay que dudar en resaltarlo, es magnífico en su barbarie. Uno puede escoger el órgano —o si la cartera lo permite, los órganos— de su muy particular gusto. Corazón, riñón, pulmón son los más populares, pero no dejemos atrás las córneas, el hígado, el páncreas o los intestinos. También se puede escoger la edad, el sexo, la estatura, el índice de masa corporal, el historial de enfermedades, el tipo de sangre o lo que gustéis del donador obligado. Todo a un precio razonable y razonado. Y aquí la palabra “razonado” es atroz porque indica que las transacciones tanto monetarias como orgánicas han pasado el filtro de la razón, ésta les ha dado su visto bueno; al parecer, todo está justificado. Desde nuestra perspectiva, es una injusticia ese tráfico de órganos, mas está justificada desde el punto de vista del gobierno chino y desde el punto de vista del consumidor —ese que siempre tiene la razón—.

 

Es curiosa, si no es que inexplicable, la forma en que otorgamos valores a las cosas o a los hechos. Perezagua hace un importante ejercicio periodístico y lo vierte en la novela para enfocar la atención hacia el genocidio que ocurre en China hoy en día, un primer paso para combatirlo es el señalamiento. Xinzáng vive en medio de ese genocidio pero lo que él juzga particularmente importante es que el corazón de su abuelo lo tiene otra persona. Entonces, hay que matar a dicha persona para restablecer el orden de las cosas. El orden de la realidad que pudiese estar buscando Perezagua es muy diferente del orden que buscó Xinzàng. Los dos anteriores son muy diferentes del orden que busca Robyn, si es que busca alguno. En lo que todos coinciden es en que el desorden, el caos, el crimen y la estupidez existen. Cada quien, con sus limitaciones, hace lo que puede para rebelarse. El abanico de intereses y valores que chocan entre sí dentro de Seis formas de morir en Texas es muy apropiado como reflexión de nuestra realidad.

 

Hay un dato en la novela sobre el cual vale la pena hacer una digresión. Perezagua escribe que la mayoría de los reos chinos a quienes les extirpan los órganos son miembros del Falun Gong, un grupo que realiza prácticas religiosas, al cual el gobierno chino se ha dedicado a perseguir con desmesurada tenacidad. La autora ha escrito que el genocidio acaecido sobre los Falun Gong es comparable con el Holocausto. Esa comparación trajo a mi memoria Obediencia a la autoridad de Stanley Milgram, libro que hará unos 3 o 4 años atrás Joyce Carol Oates recomendó por twitter y dijo que lo antepone al Eichmann en Jerusalem de Hannah Arendt a la hora de comprender el Holocausto. Ahora bien, a la luz de Milgram, los personajes secundarios de Perezagua —carceleros, médicos, soldados, verdugos— adquieren un minimalismo y precisión admirables.

Perezagua nos muestra la impasibilidad de estos personajes al momento en que están asesinando mediante la inyección letal —“Yo no voy a morir, que nadie se equivoque, yo voy a ser asesinada”, dice Robyn—, o cuando están ofreciendo órganos que se encuentran dentro de sus aún saludables donantes, o cuando los médicos extirpan corazones de reos vivos. Estos personajes secundarios no muestran remordimiento alguno, la razón los ha justificado a ellos junto con sus atrocidades. Según Milgram han decidido que sus acciones sean reguladas por la autoridad. Una vez que han entrado en esta situación, comienzan los mecanismos que auto-justifican las atrocidades de los individuos —negación, evasión de la realidad, sistema de recompensas— y refuerzan la idea de que no están haciendo nada más que un trabajo honrado. Este marco sociológico queda dibujado dentro de la novela, dando como resultado unos personajes secundarios llenos de simplicidad, de frialdad y, para sus adentros, de inocencia.

 

Regresemos a los personajes principales para ver cómo la autora resuelve las travesías de Robyn y Xinzàng. Están ante una realidad a la que, quieran o no, tendrán que enfrentar. Ninguno de los dos personajes ofrece una gran pelea; y esto es la mayor carencia de la novela. Reitero: no digo que los personajes no sufran a causa de la injusticia del mundo en el cual les tocó vivir, no, lo que señalo es que al momento de tratar de cambiar alguna fracción de la realidad, no existe un verdadero pulso —contienda— entre la realidad y los personajes. Esta falta de tensión excluye las tonalidades trágicas o absurdas de la novela y nos deja a solas con los colores más sencillos del drama. Por un lado Xinzáng quiere matar a quien posee el corazón de su abuelo y si bien se encuentra con varios obstáculos, los sortea con bastante facilidad e ingenio. Xinzàng tiene un propósito claro desde el principio, simplemente va y lo cumple con muchísima astucia, casi ni se despeina, en ningún momento la realidad lo pone contra las cuerdas; Xinzàng gana con facilidad, la pelea no fue buena pero brilló la técnica del chino. Es el ingenio de Xinzàng lo que soporta toda la trama de la novela y lo que hace de él el personaje más memorable de la misma.

 

Ahora bien, es claro que la intensión de Perezagua es reflexionar sobre cómo Robyn es una mujer que ha perdido toda libertad y está totalmente imposibilitada. El problema, para fines estéticos, es que Robyn no opuso resistencia, se resignó a ser un títere del destino con excesiva facilidad; nunca tuvo intensiones de rebelarse contra nada; culpable de sumisión. Basta recordar a Gregor Samsa para notar la diferencia: él tampoco tenía posibilidad alguna de incidir en su entorno; mas peleó incansable y patéticamente por llegar temprano al trabajo; no lo logró. Robyn ni siquiera puso la guardia. Casi no hubo lucha. No obstante —lo cual refuerza mi postura—, en el momento en que, por azares de Xinzàng, Robyn estuvo en una posición de negociación, soltó un derechazo contundente y ahí la novela tocó su cenit. Ese golpe es el mejor en toda la novela, Perezagua alcanza verdadera maestría al ir dosificando la información. La intriga va creciendo hasta desembocar en ese único momento donde Robyn se rebela y exige cambiar —alumbrar, para ser más exactos— la realidad que la rodea. Ese pasaje de intriga y rebelión vale toda la novela. Fuera de ese momento, Robyn pierde persuasión. Por más que Robyn sea quien da ese golpe y quien tiene mayores reflectores dentro de la narración, es Xingzáng quien propicia el enredo de los destinos, otra razón para considerarlo un personaje decoroso.

 

De Perezagua, Salman Rushdie ha dicho que es “una de las mejores de la nueva generación de escritores en lengua española”. A la luz de Seis formas de morir en Texas es casi imposible sostener ese enunciado. El trabajo de Perezagua en esta novela es deficiente, por momentos la novela cae en un tedioso impasse. Es cierto que el ejercicio periodístico y su puesta en escena son notables; los personajes principales tienen ocasional brillo pero mayormente son opacos; los personajes secundarios son monstruosas copias fieles de la atrocidad de este tiempo; la trama luce precipitada hacia el final. Recordando a Borges: la realidad no tiene porqué ser interesante; la ficción sí. En este caso, el ejercicio periodístico le ha quitado brillo a la ficción, la mezcla no funcionó.

Luis David Ramírez Benítez

Licenciado en economía por la Facultad de Economía de la UNAM, actualmente cursa la Maestría en Administración y Políticas Públicas en el CIDE. Ha trabajado como analista y editorialista en el Observatorio Económico de América Latina y como subdirector de inversiones turísticas en SECTUR. Suele escribir con regularidad en un blog personal llamado "Misantropías"