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Alejandra Cerecedo Constantino
@alejandraconst

“Me gustan los hombres que ejercen su fuerza ayudándote con discreción a vivir. Me gustan los que lo hacen sin demasiadas palabras, sin zalamerías, sin pretender recompensas. La comprensión verdadera de la mujer me parece el más elevado ejercicio de la inteligencia y la capacidad masculina de amar.” Elena Ferrante.

En estos días, decir “te quiero” es un acto revolucionario. Esa mañana me dirigí a la calle Héroes número 45 en la colonia Guerrero, donde se encuentra la casa Rivas Mercado; quería conocer las paredes en las que creció Antonieta y vivió los inicios de la Revolución, el observatorio de donde miraba con su telescopio al exterior, buscando unirse al grupo de mujeres zapatistas. Quería terminar de leer A la sombra del Ángel y llegar a la parte que había estado esperando, cuando conoce a José Vasconcelos y lo apoya en su campaña a la presidencia de México.

Me imagino que tendré una sensación similar llegando al Café Du Flore en París, donde Simone de Beauvoir se reunía con Jean Paul Sartre y otros existencialistas. Así me sentiré también cuando conozca Sicilia, donde fueron grabadas la mayoría de mis películas italianas favoritas.

Decía San Agustín que “Nadie ama lo que no conoce, es necesario el conocimiento del otro”, y mejor en español porque, no vaya a aplicar el dicho de “Mujer que sabe latín, no tiene marido ni tiene buen fin” y no por lo del marido, sino por lo del buen fin, tomando en cuenta el destino de Antonieta Rivas y de algunas de estas mujeres que nombro a continuación.

Simone de Beauvoir, Hannah Arendt, Antonieta Rivas Mercado. Escritoras, feministas, pensadoras, promotoras culturales. Esas Mujeres, así, con M mayúscula me tienen fascinada, entre más leo de ellas más quiero conocerlas, entender por qué mujeres tan libres e independientes se enamoraban de filósofos: Sartre, Heidegger y Vasconcelos. Amaban tanto, soportaban tanto y hacían hábito de alguien. Aunque no fueran su todo, eran ellas mismas y eso bastaba.

El cerebro es un afanoso tejedor de certidumbre, comentaba Rosa Montero en la Cátedra Alfonso Reyes en una visita a México. Haciendo alusión a los enfermos de glaucoma, Rosa mencionaba que estos se dan cuenta cuando el problema ha avanzado demasiado porque el cerebro siempre está reconstruyendo los puntos ciegos.

Quizás así pasa con los filósofos, que entre líneas te dicen un “no te amo”, pero de una manera tan elocuente que el cerebro lo traduce en un “te amo” y reconstruye una historia a partir de lo que interpreta, algo así como un escudo para crear certidumbre. “Cuanto más se conoce sin llegar al conocimiento pleno, con tanto mayor empeño anhela el alma saber lo que resta.” San Agustín.

Me intriga saber si realmente nuestro pasado social y familiar influye en nuestras relaciones. La madre de Antonieta huyó a París á seguir a un amante con su hermana Alicia, viviendo el periodo entre guerras. “Alicia tiene su guerra y yo tengo mi revolución”, decía Antonieta, a quien le tocó vivir sola el duro periodo de la Revolución mientras su madre y su hermana hacían su vida en Francia.

El día que fui a la calle Héroes, también pregunté por la mansión Casasús. “Está ahí enfrente”, me dijo un paisano veracruzano que me compartió algunas fotografías. Gran parte se derrumbó en el terremoto del 85, ahora es una ferretería. Me pregunto cuántas historias se habrán derrumbado así, donde ni siquiera quedaron escombros. Y si estas Mujeres no hubieran vivido lo que vivieron, ¿qué hubieran creado? Han aprendido de la vida, han amado a sus mentores y en muchos casos han creado para no caer en la locura y el delirio.

Hace unos días, al salir del ciclo de cine de Jean-Luc Godard en la Cineteca, me dirigí a buscar el nuevo libro de Rosa Montero; no lo encontré pero encontré una edición especial de la revista Algarabía titulada Las suFridas, (vine buscando cobre y encontré oro, pensé). Esa edición recopilaba historias de Frida Kalho, Rosario Castellanos, Sor Juana, Virginia Woolf, Antonieta Rivas, entre otras mujeres que tuvieron como motor lo que Freud llamaba “la angustia creadora” (más o menos a lo que me refería hace unos años en mi columna de El feminismo que exime al amor).

Dice Felisa Fernández Prada que la angustia puede llevar a la creación artística o literaria, ser el motor de la ciencia y el arte, aunque, reconoce, en algunos casos puede llevar al suicidio. Tal es el caso de Virginia Woolf, que se llenó los bolsillos de piedras y se aventó al río Ouse; Alfonsina Storni, que se arrojó al Mar de Plata desde un alcantilado; Sylvia Plath que se asfixió con el gas de su cocina, y mi querida Antonieta, que se pegó un tiro con la pistola de Vasconcelos en la Catedral de Notre Dame en París.

Un buen amigo me comentaba que hay personas que se ubican por debajo de su época, otras que hacen lo que la gente de su época y otros, que están por encima de su época (también decía que debería ser delito federal ilusionar a alguien cuando no buscas nada serio, pero esa es otra historia).

Estas Mujeres, sin duda estaban adelantadas a su época, eran amantes de la libertad física y de pensamiento, buscaban en un hombre la comprensión verdadera de la mujer como ser pensante. Amaban a los filósofos porque son precisamente ellos quienes viven en una conquista permanente del saber, quienes son capaces de interpretar tus silencios, de leerte, de guiarte. Quienes conciben la idea de libertad ligada a la esencia del ser humano, quienes no aceptan límites. Y si esto nos genera angustia, mejor que sea de la buena.

Alejandra Cerecedo

Licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad Veracruzana (UV), Estudiante de Ciencia Política y Administración Pública en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Estudiante del Diplomado en Análisis Político Estratégico por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) Cuenta con un curso en Technology Entrepeneurship por Universidad de Stanford. Ha sido premiada con un Master en Alta Dirección por la Organización Continental de Excelencia Educativa (ORCODEE) Actualmente es columnista en The Mexican Times, Roastbrief y las revistas Campaigns & Elections y Líder Veracruz.