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Por Salvador López Santiago
@sls110386

“El sueño de los que están despiertos es la esperanza”.
— Carlomagno.

El último año nos ha puesto a prueba como nunca. La terrible realidad que enfrentamos en todo el mundo ha desenmascarado las conductas más deleznables de las personas como la indiferencia, la ingratitud o el egoísmo; pero también ha sido el escenario de las mejores virtudes humanas como la solidaridad, la empatía y la fraternidad. Sin negar las graves problemáticas ocasionadas o robustecidas por la crisis sanitaria: muertes, enfermedad, desempleo, desánimo, aumento de la pobreza, entre otras, el 11 de marzo es un espacio inmejorable para responderle a la muerte con vida; al miedo con valentía; y a la sombra con luz. Este día parece como cualquier otro, pero lo cierto es que en las últimas dos décadas esta fecha ha planteado una disyuntiva que se reduce a dos posibilidades: derrumbarse ante la tragedia o reinvertirse ante ella; en lo personal siempre elegiré la segunda.

¿Cuáles son los acontecimientos ocurridos un 11 de marzo? Comienzo con el del año pasado, cuando el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró a la enfermedad por el coronavirus 2019 (COVID-19) como pandemia mundial — hasta hoy, a nivel global van más de 2,6 millones de fallecidos y en México la cifra oficial supera los 190 mil—.En 2011 un terrible terremoto de magnitud 9,1 en la escala sismológica de Richter se produjo a 371 kilómetros al noroeste de Tokio, con una profundidad de 24 kilómetros —casi 20 mil muertes y 2 mil 500 desaparecidos, según la Agencia de Manejo de Desastres e Incendios de Japón—. En 2004, cuatro trenes de la red Cercanías en Madrid fueron objeto de un ataque terrorista —cobró 193 muertos y más de 2 mil heridos—. En los dos primeros casos —aunque con procesos lentos y dolorosos—, se avanzó y no pierdo la esperanza de que el tercero no será la excepción.

Estos hechos registrados un 11 de marzo de diferentes años invitan a la reflexión colectiva y a la individual. En este análisis el punto de partida puede ser diverso, podemos iniciar desde el pesimismo, el fastidio, el temor, el entusiasmo… o el optimismo. En la lógica de tener como mantra la reinvención sobre la rendición, por supuesto que decido comenzar esta introspección desde el optimismo. El 11 de marzo reitero mi optimismo ante la vida, ante los retos e, incluso, ante las injusticias: al final todo cae por su propio peso.

¿Qué es el optimismo?, hay definiciones de todo tipo, pero me quedo con la proporcionada por Voltaire en “Cándido o El optimismo”, obra clásica en la que el escritor, historiador, filósofo y abogado francés dice magistralmente que: “Es la manía de sustentar que todo está bien cuando está uno muy mal”. Desde luego que esa manía no hace que minimicemos o ignoremos los problemas de nuestro tiempo, sino que más bien, sirve como una válvula liberadora que nos dirige a un faro de esperanza que tiene como tesis la idea de no rendirse porque después de todo, no se puede derrotar a quien no se sabe dar por vencido.

Este 11 de marzo, al cumplirse un año de la declaratoria de pandemia mundial por el coronavirus, no perdamos la esperanza y me permitiría decirlo, no perdamos la fe. Es cierto que han sido meses difíciles, nunca imaginamos que de golpe dejaríamos de ver a nuestras amistades y hasta algunos familiares; que dejaríamos de ir al cine, al teatro, a los parques, a practicar nuestro deporte favorito; que dejaríamos de ir a nuestros centros de trabajo o a las escuelas; … que dejaríamos atrás la vida como la conocíamos para confinarnos por meses y vivir con miedo a una enfermedad que no terminamos de comprender. Pero no podemos rendirnos, no podemos perder la esperanza y no podemos dejar de ser optimistas.

Particularmente no entiendo la vida sin optimismo y sin llegar a ser iluso o caer en la fantasía, sigo pensando que vale la pena dar un extra, un intento más y los que sean necesarios: ¡Vamos a salir adelante!, porque las grandes sorpresas —casi milagrosas— también ocurren cuando menos lo esperamos, cuando parece que todo está perdido, cuando estamos a punto de derrumbarnos… puede pasar algo extraordinario —para bien— y el 11 de marzo es un buen día para decidir o reafirmar una actitud optimista y esperanzadora ante los desafíos que tenemos.

Salvador López Santiago

Es Licenciado en Derecho por la UNAM, Maestro en Ciencia Política por la UPAEP, Maestro en Derecho Electoral por la EJE del TEPJF y cuenta con estudios de posgrado en Derecho Parlamentario en la UAEMéx. Fue Consejero Electoral Distrital en el Instituto Federal Electoral (IFE) y en el Instituto Nacional Electoral (INE) durante los Procesos Electorales Federales 2011-2012 y 2014-2015, respectivamente. Asimismo, se ha desempeñado como asesor legislativo en el Senado de la República de noviembre de 2012 a la fecha, en la LXII, LXIII, la LXIV y la LXV Legislatura. Desde enero de 2020 es director editorial en Tempo, Política Constante.