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Por Pamela Robles

@_PamRo_

Buda tenía un primo perverso, se llamaba Devadatta, siempre estaba celoso y se empeñaba en desacreditarlo.

Un día, mientras Buda paseaba tranquilamente, Devadatta arrojó a su paso una pesada roca con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca cayó al lado de Buda y no le hizo daño.

Buda se dio cuenta de lo sucedido, pero permaneció impasible, sin perder la sonrisa. Días después, volvió a cruzarse con Devadatta y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido, este le preguntó:

– ¿No estás enfadado?

– No, claro que no.

Sin salir de su asombro, Devadatta le preguntó el por qué.

A lo que Buda le respondió:

– Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando fue arrojada.

La anterior es una fábula que los estudiosos del budismo utilizan continuamente para explicar el poder del perdón para la espiritualidad y la paz interior. Perdonar es, sin duda, una de las acciones más valiosas del ser humano, un gesto de humildad, de madurez y, sobre todo, una oportunidad para dar un paso más en la búsqueda de la felicidad.

En la vida sufrimos muchos ataques de distintos entes: la vida en sí, nuestros papás, los amigos y amigas, compañeros de trabajo, del gobierno, de desconocidos, de Dios y hasta de nosotros mismos, cuando no nos cuidamos y de alguna manera nos hacemos daño física o mentalmente.

Perdonar es “la acción de desplazar las actitudes o emociones negativas, como la ira y la venganza, hacia situaciones o personas perjudiciales, para dejar paso a actitudes como la compasión y la tolerancia” (Reed y Enright, 2006).

Estamos de acuerdo que cualquier situación que nos haga sentir ira o deseo de venganza, es negativa o dañina para nosotros mismos. Entonces, ¿cuál es la necesidad de seguirle dando importancia?, dejar que nos siga haciendo daño, es una necedad de nosotros mismos, es como seguir echándole “sal a las heridas” una y otra vez. ¿Tendrá algún caso?

Un estudio realizado por Thompson, Snyder, Hoffman, Michael, Asmussen y Billings, estudiosos de la psicología positiva, en el año 2005 reveló que hay una relación muy estrecha entre perdonar y la satisfacción con la vida a partir de dos mecanismos:

  1. Perdonar ayuda a generar un nuevo significado de la situación de agravio, lo cual incrementa nuestra sensación de bienestar, e incluso nos ayuda prevenir problemas psicológicos.
  2. Las expresiones de perdón sirven para reparar y mejorar las relaciones interpersonales, aunque no por ello el perdón siempre deba implicar una reconciliación.

Lo que debe de quedar claro es que el perdonar no implica, como tal, hacer público ese perdón. El regalo del perdón es una acción espiritual para nosotros mismos. No quiere decir que la relación con el que nos dañó se tenga que resarcir. Si es posible, es otra cuestión, que tiene que ver con la capacidad de poner límites en nuestras relaciones. Perdonar es un proceso interno e individual.

Cuando pensamos en perdonar para sanar nuestro espíritu, nuestra mente y nuestro cuerpo, es necesario poner al principio de la lista a quien debemos perdonar, nuestro propio nombre. A veces nos hemos lastimado tomando malas decisiones, descuidando nuestra mente o nuestro cuerpo, poniendo el bienestar de los demás antes que el nuestro, etc. Ya lo hicimos y como en la fábula del principio, quedó en el pasado, con otra persona que no somos ahora. Podemos tener compasión con nosotros mismos. Hicimos lo mejor que pudimos con las herramientas que teníamos en ese momento.

La importancia de la acción de perdonar es de tal dimensión que no sólo el budismo nos habla de ella. El Padre Nuestro que la mayoría de nosotros nos aprendimos de memoria en la escuela nos dice: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Es una enseñanza y un recordatorio de que somos humanos, lastimamos y nos lastiman. Pero tenemos opciones: perdonar y ser perdonados.

Uno de los días más significativos para el judaísmo es Yom Kipur, “Día del Perdón”. Se celebra 10 días posteriores al Año Nuevo, después de un periodo para reflexionar los pecados y transgresiones del año anterior y culmina con la petición de perdón.

No es coincidencia que, entre las religiones y los estudios de la mente, el perdón es la mejor forma de lograr el bienestar interno. Es el regalo más valioso que nos podemos dar a nosotros mismos, es parte fundamental del camino a la paz interior. Lo único que necesitamos es voluntad y mucho, mucho amor a nosotros mismos.

Pamela Robles

Es diseñadora gráfica y mercadóloga. Trabajó en reconocidas agencias de publicidad como directora de arte, fue gerente del periódico Imagen en el estado de Veracruz y profesora de Marketing a nivel licenciatura. Consciente de sus emociones y en continua búsqueda de la felicidad.